jueves, 21 de octubre de 2010

LA PRIMAVERA FRÍA



I

Veinte, cuarenta años, no es nada.
Ni un espejismo, un abrir y cerrar
de ojos.

La vida pasa mordisqueándonos
con su boquita alrededor de las rodillas,
de los hombros.
                             Un beso o la caricia 
de una aleta, qué diferencia hay. Solo a veces
enrojece el agua
y nos retiramos.

Nacimiento, matrimonio, muerte; los tuvimos y
los tachamos de la lista,
y seguimos acá

en puntas de pie, a medio
hundir en el barro
con el agua hasta el cuello.

Es bien grande este charco.


II

¿Y qué conozco?
El vaivén de los
ramilletes de abedul,
el flotar de los
juncos a la deriva,
las crestas 
verdes de los 
árboles,

(flores, no hojas, que
trabajosamente en otoño 
hacen volar
semillitas con alas)
y a quien sea
que encuentre
en el camino.
No es suficiente.






III

La biología y la computadora
—el orador insinúa
que somos obsoletos,

nosotros, que crecimos
detrás de utopías.

En esta
amnesia del corazón
me cuestiono,

casi le creo.
¿Qué conozco?
Un poema, un gesto,

alguna certeza
de un placer mordaz 
—cinco notas, el regreso
de observar a los pájaros—:

treguas, para la luna nueva
o el solsticio de primavera,
y a la medianoche se reanuda el fuego,

lejos.
No es real.

Queríamos que
en nosotros viviera más de nuestra vida.
Imaginarnos los unos a los otros.


IV

Veinte, cuarenta años,
“vivir el presente” era una utopía
a la que íbamos

entre lágrimas, tropezando, cayéndonos,
levantándonos, y otra vez —
y ahora la llegada,

el sitio del peregrinaje curiosamente
abierto, no, resulta ser

un círculo de piedras santas,

ningún altar, 
ninguna cima
ningún profundo valle es el ombligo del mundo,

sino una llanura,
las flores verdes de los árboles
que apenas dejan pasar la luz del día

y nada de silencio
—se oye el tráfico, a dos pasos 
está la ruta.

¿Es este el lugar?


V

Este no es el lugar.
El espíritu lo abandonó.

De nuevo en ese barro, siento los pies igual
que cuando de chica me caí de un puente
y casi me ahogué, pero al emerger

como en sueños, estaba ilesa
el agua me sostenía,
mi pelo era de juncos.


vi

Los peces le muestran los dientes a nuestra carne.
El cielo se nos desliza en la boca.
Cuarenta años enrojecen los círculos concéntricos.
Un abrir y cerrar de ojos,
nada,

el futuro obsoleto—


vii

Si supiera que mi poema es un canto de cisne.
Si descubro que se acabó, mientras
esperaba dar el próximo paso.

Para mí ninguna primavera es irreal,
tengo las flores de los árboles por corazón.
El amor, veinte, cuarenta años, mi vida
                es irreal para mí.
Ahora solo amo al extraño
que viene a mi encuentro
por el sendero salpicado
de migas de polen amarillo.

Yo, que no estoy a punto de morir,
que llevo mi vida a cuestas, abiertamente,
con excelente salud, ligero el paso, risueña, hambrienta,

y gira mi engranaje. Se detiene
en el punto de vista.
Reducida a un ojo
olvido lo 
                 que
fui.

Y le pregunto a la primavera fría:
si mi poema es un canto de cisne, qué.





Versión en castellano de Sandra Toro








THE COLD SPRING

i

Twenty years, forty years, it's nothing.
Not a mirage; the blink
of an eyelid.

Life is nibbling us with little
lips, circling our knees, our
shoulders.

                     What's the difference,
a kiss or a fin-caress. Only sometimes
the water reddens,
we ebb.

Birth, marriage, death, we've had them,
checked them off on our list,
and still stand here

tiptoe on the mud,
half-afloat,
water up to the neck.

It's a big pond.



ii

What do I know?
Swing of the
birch catkins,
drift of
watergrass,
tufts of
green on the
trees,
(flowers, not leaves,
bearing intricately
little winged seeds
to fly in fall)
and whoever
I meet now,
on the path.
It's not enough.



iii

Biology and the computer—
the speaker implies
we're obsolescent,

we who grew up
towards utopias.

In this
amnesia of the heart
I'm wondering,

I almost believe him.
What do I know?
A poem, turn of the head,

some certainty
of mordant delight—
five notes, the return
of the All Day Bird—:

truces, for the new moon
or the spring solstice,
and at midnight the firing resumes,

far away.
It's not real.

We wanted
more of our life to live in us.
To imagine each other.



iv

Twenty years, forty years,
'to live in the present' was a utopia
moved towards

in tears, stumbling, falling,
getting up, going on—
and now the arrival,

the place of pilgrimage curiously
open, not, it turns out,
a circle of holy stones,

no altar, no
high peak
no deep valley, the world's navel,

but a plain,
only green tree-flowers
thinly screening the dayglare

and without silence—
we hear the traffic, the highway's
only a stonesthrow away.

Is this the place?



v

This is not the place.
The spirit's left it.

Back to that mud my feet felt
when as a child I fell off a bridge
and almost drowned, but rising

found myself dreamily upright,
water sustaining me,
my hair watergrass.



vi

Fishes bare their teeth to our flesh.
The sky's drifting toward our mouths.
Forty years redden the spreading circles.
Blink of an eyelid,
nothing,
obsolete future—



vii

If I should find my poem is deathsongs.
If I find it has ended, when
I looked for the next step.

Not Spring is unreal to me,
I have the tree-flowers by heart.
Love, twenty years, forty years, my life,
is unreal to me.
I love only the stranger
coming to meet me now
up the path that's pinpricked with
yellow fallen crumbs of pollen.

I who am not about to die,
I who carry my life about with me openly,
health excellent, step light, cheerful, hungry,

my starwheel rolls. Stops
on the point of sight.
Reduced to an eye
I forget what
                          I
was.

Asking the cold spring
what if my poem is deathsongs.



Denise Levertov (Relearning the Alphabet, 1970).









 






2 comentarios:

Anónimo dijo...

No está nada mal desayunarse un domingo con estos poemas, me encanta la selección que hiciste y claro está, tu traducción tb, besos

Marianela

ST dijo...

Gracias, Nela, siempre atenta. Un abrazo.
Sand