martes, 22 de junio de 2010

LA CORDELLE



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Estar aquí:
rodeada
de piedras,

de piedras labradas, de sus matices
de ocre y cornalina,

lajas del gris
al blanco tenue –

piedras puestas
una por una, una labor
precisa y ardua.

Estar aquí:
en presencia
de las piedras, y del silencio,

del silencio que guarda un vago
recuerdo del oprobio,
de la cruz
profanada (esgrimida
como un arma de guerra)

y de los pobres
después, acampando
entre piedras
calcinadas, en tiempos
de orfandad,
de altares caídos.

Estar aquí:
donde las columnas, y los arcos
y los colores
de la paja, del heno,
del polvo en los setos de rosas,
evocan

el tiempo de
guardar la cosecha, el tiempo
de las ovejas invernando,
de la nieve paleada
acumulándose
contra la puerta rota.

Estar aquí, rodeada
por las piedras, por el tiempo,
por el sol que entra como una abeja
a través de la arcada.

Aquí, donde por tanto tiempo
ningún altar estuvo en pie,
labrado pero sin talla,
se alza un bloque
de piedra
simple
y sin adornos,

y en el piso
ante él, una vasija
de barro contiene
(y es contenida, a su vez,
por el espacio en que la paz
de esas piedras
antiguas
nos sustentan)




(De “Breathing the Water”.
New Directions Publishing Corporation, 1987)







1 comentario:

Anónimo dijo...

Bellísimo. Amo esa austeridad y ese sobrecogimiento casi paradójico. Gracias, T.- Lelé