Pesan, pesan, pesan, la mano y el corazón.
Estamos en guerra
amarga, amargamente, en guerra.
Y el comercio
nos zumba en los oídos como un enjambre
de moscas atareadas, con cierta inocencia.
Se calzan trajes de lentejuelas
y encandilan. Qué murmullo grotesco
de moiré plateado habrá,
que me recuerda las esquirlas.
Y las bodas se toman con toda la solemnidad
no del deseo, sino de la etiqueta,
la pompa nupcial del moño almidonado;
un candor implacable.
Y los que fueron de picnic vuelven de la playa
al atardecer, ardiendo con el sol que almacenaron;
chicos a quienes les prometieron llegar y ver la tele
se duermen en la parte de atrás de un millón de camionetas,
con arena en el pelo y el ruido de las olas
sobreviviendo calladamente en los oídos.
Ellos no escuchan.
Los padres por la noche
sueñan y olvidan sus sueños.
Se despiertan en la oscuridad
y hacen planes. Planes con lentejuelas
que alumbran el mañana.
Compran, venden.
Llenan de comida los freezers.
Los carteles de neón parpadean sus metas
para los años por venir.
Y en sus oídos, el ruido
de la guerra. Ellos no escuchan,
no escuchan.
Estamos en guerra
amarga, amargamente, en guerra.
Y el comercio
nos zumba en los oídos como un enjambre
de moscas atareadas, con cierta inocencia.
Se calzan trajes de lentejuelas
y encandilan. Qué murmullo grotesco
de moiré plateado habrá,
que me recuerda las esquirlas.
Y las bodas se toman con toda la solemnidad
no del deseo, sino de la etiqueta,
la pompa nupcial del moño almidonado;
un candor implacable.
Y los que fueron de picnic vuelven de la playa
al atardecer, ardiendo con el sol que almacenaron;
chicos a quienes les prometieron llegar y ver la tele
se duermen en la parte de atrás de un millón de camionetas,
con arena en el pelo y el ruido de las olas
sobreviviendo calladamente en los oídos.
Ellos no escuchan.
Los padres por la noche
sueñan y olvidan sus sueños.
Se despiertan en la oscuridad
y hacen planes. Planes con lentejuelas
que alumbran el mañana.
Compran, venden.
Llenan de comida los freezers.
Los carteles de neón parpadean sus metas
para los años por venir.
Y en sus oídos, el ruido
de la guerra. Ellos no escuchan,
no escuchan.
Versión en castellano de Sandra Toro
Tenebrae
Heavy, heavy, heavy, hand and heart./ We are at war,/ bitterly, bitterly at war.// And the buying and selling/ buzzes at our heads, a swarm/ of busy flies, a kind of innocence.// Gowns of gold sequins are fitted,/ sharp-glinting. What harsh rustlings/ of silver moiré there are,/ to remind me of shrapnel splinters.// And weddings are held in full solemnity/ not of desire but of etiquette,/ the nuptial pomp of starched lace;/ a grim innocence.// And picnic parties return from the beaches/ burning with stored sun in the dusk;/ children promised a TV show when they get home/ fall asleep in the backs of a million station wagons,/ sand in their hair, the sound of waves/ quietly persistent at their ears./ They are not listening.// Their parents at night /dream and forget their dreams./ They wake in the dark / and make plans. Their sequin plans/ glitter into tomorrow./ They buy, they sell.// They fill freezers with food./ Neon signs flash their intentions/ into the years ahead./ And at their ears the sound / of the war. They are / not listening, not listening.
(de Poems 1968-1972, New Directions Publishing Corporation, 1987).
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